· Primero se evalúa el tiempo total que se pasa en la cama, y cuánto de éste se pasa dormido.
· Se disminuyen las horas de permanencia en la cama a las horas efectivas de sueño.
· No es conveniente reducir las horas por debajo de 5.
· Conforme el tiempo durmiendo vaya ajustándose al pasado en la cama se va incrementando unos 15 o 20 minutos cada semana hasta alcanzar unas 7 horas pasadas en la cama, o una eficiencia del sueño del 85% como mínimo.
Aunque esta estrategia a veces da buenos resultados, también puede ocasionar un sueño más fragmentado y de baja calidad debido a la dilución del sueño en un tiempo mayor pasado en la cama.
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